Rambla Salvador Samà, 47
Vilanova i la Geltrú – Barcelona
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Geobiólogo – Consultor en Biohabitabilidad
Estudios de geobiología y feng shui
El ser humano desde siempre ha sido expuesto a fuentes naturales de radiactividad, como el subsuelo, el agua o el gas radón. Más recientemente, se han añadido fuentes artificiales procedentes de pruebas atómicas, algunos dispositivos médicos y también materiales de construcción.
La radiación ionizante o radioactividad es un fenómeno físico de algunos elementos que se desintegran de forma espontánea en elementos más estables. En este proceso emiten partículas de alta energía (alfa, beta, gamma, X y neutrones) que tienen la propiedad de atravesar cuerpos opacos o ionizar gases.
En el hogar, las mediciones de radiactividad más importantes corresponden a la radiación gamma y al gas radón, como fuente de radiación alfa.
La radiación gamma presenta un nivel energético alto y es muy penetrante en el cuerpo humano. El grave daño que genera en las células es utilizado en la medicina y la alimentación para esterilizar, es decir, para eliminar las bacterias.
La radiación alfa presenta un mayor poder energético que la radiación gamma, pero es menos penetrante. No obstante, suele penetrar en el organismo a partir de la respiración de gas radón.
El efecto ionizante proporciona energía suficiente para arrancar electrones de los átomos de las células del cuerpo humano. Se pueden producir reacciones químicas no deseadas que generen alteraciones en los cromosomas y las membranas de las células. La posterior fragmentación y reproducción de estas células puede extender estas alteraciones en el material genético (ADN).
Los efectos negativos que causa la radiactividad en los órganos y tejidos dependen de la dosis recibida o absorbida, el tipo de radiactividad y de la sensibilidad de los diferentes órganos y tejidos.
Dosis bajas de radiación ionizante continuas con el tiempo son suficientes para aumentar el riesgo de efectos a largo plazo, tales como el cáncer o daños cerebrales al feto. Este fenómeno es conocido como efecto Petkau y por este motivo se aconseja evitar con la medida de lo posible elementos radiactivos en el hogar, aunque sean de baja emisión.
La Organización Mundial de la Salud califica la radiactividad como cancerígeno por los graves daños que genera en la piel y los órganos del cuerpo humano.
Los materiales de construcción pueden someter a las personas que habitan o trabajan en los edificios a unas dosis mayores de radiaciones de las que recibiría en un entorno natural. Conviene evitar los materiales radiactivos en la medida de lo posible, a fin de evitar efectos a largo plazo.
En general los materiales de construcción que utilizan residuos o bien piedras de formación más reciente como las piedras volcánicas contienen mayores elementos radiactivos, como el torio-232, el radio-226 y el potasio-40. Entre estos elementos podemos encontrar el granito, el basalto o hormigones a los que se hayan añadido cenizas volantes.
Por otro lado, materiales de procedencia orgánica como la madera, o derivados de piedras sedimentarias como el yeso natural o la arena de piedra caliza proporcionan valores de radiactividad bajos.
Así pues, la materia prima utilizada es el principal factor que determina la radiactividad de los materiales de construcción como por ejemplo los ladrillos o los azulejos.
La medición de la radioactividad incluye medir la tasa de impulsos, así como la medición y registro de la concentración de gas radón.
Se miden los impulsos radiactivos de materiales de construcción, aparatos e instalaciones sospechosas de radiactividad. Pueden utilizarse diferentes aparatos de medida, siendo los más habituales el tubo contador Geiger-Müller o el contador de centelleo.
En bioconstrucción se considera que en el interior de la vivienda los valores medidos de radiactividad no deberían superar los valores obtenidos en el medio natural local.
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