El campo magnético terrestre está formado por unas retículas que se conocen como redes globales y que constituyen canales preferentes de circulación de la energía. En la vertical de estas retículas se concentran radiaciones de origen natural de baja intensidad, a menudo imperceptibles para la mayoría de personas.
La red global más conocida es la red descubierta en 1954 por el Dr. Ernst Hartmann. Se encuentra descrita en detalle en su libro Krankheit als Standortproblem (La enfermedad como problema de localización).
El doctor dedujo su existencia comparando miles de georritmogramas. Sus trabajos indican que la resistencia eléctrica del cuerpo humano se descompensa encima de una malla que se orienta según los puntos cardinales y que adquirió el nombre de red Hartmann.
En la Península Ibérica, son unas rectas paralelas que están separadas entre ellas unos 2,5m en sentido este-oeste y unos 2m en sentido norte-sur. Entre estas líneas geométricas hay una zona neutral.
La intensidad de las líneas Hartmann se incrementa durante la noche. En este aspecto, los efectos sobre la salud humana se producen especialmente durante los horas de sueño.
El doctor Hartmann proporciona pruebas de los efectos que producen en la salud humana en su libro. Estos se producen especialmente en los puntos ubicados encima de la vertical de un cruce de dos líneas o de un cruce de una única línia Hartmann con otras perturbaciones geológicas como corrientes de agua subterránea o fallas, normalmente en forma de incremento del nerviosismo, insomnio, temblores y rampas.
Hay que indicar que los seres vivos ya deberían estar acostumbrados a estas redes, ya que seguramente habrán existido siempre. Sin embargo, parece que la actividad humana pueda afectarlas. Los geobiólogos las detectan con mayor intensidad en las zonas urbanas con mayor contaminación artificial de campos electromagnéticos en comparación con los entornos más rurales o naturales.
A menudo, se cuestiona la existencia de esta red global y de las demás. El motivo principal es la dificultad para detectarla con aparatos técnicos de medición, circunstancia que no ocurre con otras alteraciones geobiológicas naturales como las aguas subterráneas o las fallas, ya que pueden detectarse fácilmente con aparatos profesionales, como por ejemplo magnetómetros.
El método más habitual de detección es a partir de la sensibilidad personal de geobiólogos, con la ayuda de instrumentos de radiestesia como el péndulo o las varillas. En este sentido dos geobiólogos con experiencia indicarán la posición de las líneas Hartmann con pocos centímetros de diferencia el uno del otro.
Las líneas Curry llevan el nombre del Dr. Curry, un médico americano nacido en Munich en 1899, en honor a su publicación en el año 1952. No obstante, fueron descubiertas por Siegfried Wittmann en 1950.
La red Curry es una cuadrícula diagonal a la red Hartmann. Son unas rectas con orientación noreste-suroeste y noroeste-sureste con una separación entre una línea y la siguiente de entre 4 y 16 metros. La intensidad de sus radiaciones se incrementa en los puntos donde se cruzan sus dos orientaciones.
Su intensidad se ve influenciada por el ciclo solar, incrementándose durante la noche. En este sentido, las principales afectaciones a la salud pueden producirse por la noche durante el sueño, habitualmente en forma de insomnio, para las personas que descansan en la vertical de los cruces de líneas Curry. Igualmente, su intensidad también se incrementa en las noches de luna llena.
A diferencia de las líneas Hartmann, se cree que las líneas Curry tienen su origen en influencias cósmicas, y no de la radiación del interior de la Tierra.
Otras redes con orientación norte-sur y este-oeste son la red Benker y la red Peyré, esta útima descubierta por el Dr. Peyré también hacia mediados del siglo XX. Ambas redes presentan una retícula con las rectas más separadas entre ellas que la red de Hartmann. Así pues, la probabilidad de localizarlas es más reducida.
En general, las líneas Hartmann presentan espesores de unos 21 cm, mientras que las líneas Curry, Benker y Peyré presentan espesores mayores de hasta unos 40 cm.